Tiritan sus ojos lastimosos añorando el sur donde el sol es distinto (más allá de aquello que deseamos conocer). Mientras un CLK320 arrasa el asfalto de los 6 carriles a gran velocidad, un mutilado pide junto a la boca del metro con un vaso que sujetan los dientes amarillentos y manchandos de caries, porque no tiene brazos.
Me dejo llevar por la Gran Vía por la ola consumista que piden que echen de su portal a ese sucio y alcoholizado indigente que duerme entre cartones. Bajo monumentos, bajo más allá de las cloacas buscando un tren que me lleve a casa, y en mi camino el Metro me vigila con sus mil ojos "por mi seguridad". Mísero e imperial. Loco.
(Madrid, 5 de enero del 2005)
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