Las manos ateridas de rabia, la dolían, aquel miserable frío marcaba en su piel su lugar en el mundo, su cruz, su sino, a donde pertenecía. Aquellas manos ajadas eran igual que la señal a fuego de una res, marca de su propietario, el mísero trío y el hambre. Era una más de todos esos gatos que dormían al raso entre cartones, en un portal, entre dos contenedores. Uno más de los fantasmas que atravesaban como sombras cada frontera. Un número fuera de cuenta, un cero a la izquierda. Parte de los olvidados.
play: "por ti", de la habitación roja (nuevos tiempos)
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