Como cada día se encaminaba a su trabajo, calle arriba, calle gris y atestada de coches, a paso raudo camino de su trabajo. Al señor K le gustaba llegar siempre 3 minutos antes al trabajo, exactamente 3 minutos, el tiempo exacto que tardaba en quitarse su gabardina gris, colocarse su chaqueta gris de su traje gris, encender el monitor de su gris ordenador, y ensayar su media sonrisa aún más gris ante un futuro nuevo cliente del banco para el que trabajaba, aquel que le habían enseñado a llamar "su banco".
Como cada día a primera hora de la mañana, la oficina habría sus puertas, y el señor K. está, como siempre, dispuesto a saludar con su media sonrisa a cualquiera de las personas que deseasen poner su futuro, sus ilusiones, su casa, o, simplemente, su sueldo en sus manos. El señor K había aprendido, casi, sin darse cuenta, que era afortunado por tener ese trabajo, pero, no nos engañemos, ese no era el oficio de sus sueños. Sí el que deseaba su madre, un trabajo honrado, honorable, donde su hijo parecía un hombre importante, un trabajo serio, de los de traje durante todo el año, en un impecable gris. Aún de cuando en cuando, mientras esperaba a algún cliente cargado de gris para saludarle con su media sonrisa aún más gris, el señor K miraba por la ventana, en busca de los recuerdos de aquella época en la que aún no era gris, todo era color y él no era el señor K, era simplemente un niño que jugaba en su cuarto con el Magia Borrás que su madrina le había dejado junto a sus zapatitos el día de reyes. Y, aún hoy, a veces, cuando el señor K se refugia de noche después de un día cargado de gris cansancio, de horas de oficina, de traje gris, en un pequeño y gris apartamento, después de cenar, y en su cuarto, toma las cartas, y hace algún que otro juego de manos.
2 comentarios:
Bueno, poca gente tiene la suerte de trabajar en lo que quiere y en lo que le gusta... el señor K es un buen reflejo de eso... afortunadamente siempre quedará el tiempo a la salida del trabajo para jugar a imaginar que trabajamos como Magos sorprendiendo a la gente.
Sí, Reinaldo Arenas dijo de alguno de sus amigos que 'su muerte fue tal vez un acto vital; hay épocas en que seguir viviendo es rebajarse, comprometerse, morirse de puro tedio'.
Menos mal que la magia nos salva a algunos, antes que anochezca...
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