sábado, diciembre 12, 2015

adelante

Oigo el ruido de los coches al pasar por encima de los charcos. La calle está silenciosa, el aire es frío y yo sigo sin ser capaz de volver a casa. En algo menos de una hora la calle, estrecha y oscura, se inundará del ruido del camión de la basura. Y seguramente yo siga pensando a donde ir.

Tomo el volante con ambas manos y miro hacia el frente a través del cristal mojado. Ante mí, una tenue luz me ilumina el coche que está a continuación, y un poco más allá, solo hay oscuridad.

Pongo la radio. Suenan clásicos del rock en una de esas emisoras sin presentadores; solo música y anuncios. Todas las canciones me resultan familiares, pero no llego a identificar ninguna.

Mis manos vuelven a estar agarradas al volante y yo sigo pensando en escapar. En dejar atrás una ciudad enferma.

La luz anaranjada que preside el camión de la basura me ilumina por un momento. Oigo el ruido de contenedores que chocan entre ellos y contra la acera sin orden alguno.

Giro la llave y el motor resopla grave y cansado. No parece que pueda llegar muy lejos. En la parte de atrás se apilan mis pocas pertenencias. Pienso si el peso hace que el motor se queje algo más de lo normal.

Paro el motor. Pienso en volver a casa. No puedo volver a casa. Mi llave ya no puede abrir esa puerta, y un precinto la cruza formando una gran equis.

Miro por el retrovisor y veo las pocas cosas que me quedan; algunos libros, la figurita de arcilla que el pequeño Lucas hizo para mí en infantil; una maleta con toda mi ropa, un par de mantas. Ni siquiera tuve tiempo de recoger el resto de cosas. Quedaron dentro.

No solo se quedaron mis tardes haciendo horas extra que nunca cobraría, o mis sábanas, o mi casa entera. También es suyo este coche.

No me queda nada.

El color del cielo empieza a cambiar, y quisiera pensar que algo más podría cambiar hoy. Quizá no vengan a quitarme lo poco que me queda. O quizá ya no me puedan encontrar.

Giro de nuevo la llave; oigo ronronear al motor con algo más de brío que la vez anterior. Subo el volumen de la música y quito el freno de mano.

Avanzo sin rumbo, lejos, donde no puedan encontrarme ni quitarme nada más.

Avanzo, porque estamos aquí para seguir adelante.

Avanzo porque solo así no podrán quitarme nada más.

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