sábado, abril 15, 2017

línea 34

Te miraba desde lejos; como el que reconoce a un viejo amigo y siente en el alma la forma de un abrazo que nadie supo llenar. Habías cambiado. Como yo. Como todos.
Te miraba con curiosidad, sin estar muy seguro de si serías tú o de si mi miopía me engañaba.
Te miraba y me preguntaba si tú me mirarías a mí.

Y me preguntaba si a tí también te doblaba la espalda el cansancio de jornadas infinitas frente a una pantalla, si seguirías escribiendo a escondidas y volverías andando a casa llenando tus oídos de canciones tristes.
Y me preguntaba si tú también disfrutarías de tardes de parques y pequeños llamándote con los brazos extendidos, de noches agotados y acurrucados bajo una manta en el sofá con la tele bajita para no despertarlos; de esa felicidad tan mayúscula que la juventud nos cegaba con brillos de falsos espejos.
Y me preguntaba si, como yo, habrías aprendido ya a querer más allá de aquel abominable “hoy” que siempre me produjo terror.
Y me preguntaba si acercarme, si mirarte a los ojos y preguntarte por primera vez “¿Qué tal?”.
Y me preguntaba si tú me reconocerías.
Y me preguntaba qué se puede decir a alguien a quien ya no quieres y que no se confunda con el rencor.
Y me preguntaba qué se puede preguntar a alguien que ya no eres.

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