Las rosas amarillas de aquel parque no han vuelto a florecer desde el día que robé una para tí.
Mi rosa de Jericó descansa en una ensaladera cuadrada en mi mesilla de noche, verdeando mi esperanza.
De las rosas rojas del pasado diciembre ya sólo queda un corazón en un cuaderno, algunos pétalos y alguna flor seca junto a la ducha.
La rosa de los vientos seguirá marcando mi norte en aquella playa de Asturias.
1 comentario:
creo las rosas y el mar siempre se quieren; creo que los colores de las flores siempre dependen de quién los valore. Aún tengo guardada la rosa amarilla "de la infidelidad", decían mis amigas entre risas... tiempo atrás una rosa roja intentó pedir perdón desde otras manos; por eso no me gustan las flores, aunque en el fondo sólo desee que alguien no estropee el sentido con el que las da... regala... enseña...
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