martes, abril 25, 2006

el adiós salvaje

Dos diás después de tu adiós, y con el valor suficiente reunido, decidí volver a llamarla. Hacía ya un tiempo que no la veía, desde poco después de empezar contigo. Y más que no la besaba; desde que te conocí.

La pasé a buscar por su casa y paseamos. Paseábamos en silencio, bajo un cielo plomizo que, al ir llegando la noche, se tornaba violáceo. Paseábamos arropados por los cierzos de Marzo, que nos hacían encogernos a cada uno debajo de su abrigo, helándonos casi tanto como el silencio.

Al fin, conseguí hablar; lo hice para contarle que tú te habías ido, que asumías todas las culpas de ese adiós, que no fue suficiente con querernos, que huiste por miedo a hacerme daño. Que no dejaste culpa que cargar.

Ella me escuchó en silencio, y sólo me dijo, al final de mis palabras, que era normal, que soy demasiado tierno para odiarme; demasiado bueno como para tener culpa; demasiado listo como para perder.

La lluvia en la que estalló el cielo nos llevó a su casa. Me ofreció su mano de amiga, una cena, toallas y ropa seca. Me vi desnudo en su cuarto de baño, igual que cuando despertaba a su lado, jurando no quererla, después de haber pasado la noche anterior amándonos. Los recuerdos, y ese algo que habita en mí, y tanto odio, me llevaron a salir del baño en su busca. Fui directo al salón, donde ella estaba, y busqué su abrazo. Dentro de su abrazo, sus labios, y en sus labios, sus besos. Pronto, nos encontramos los dos desnudos y enmarañados en el suelo del salón. Haciendo el amor en su más estricto sentido: temblando.

Poco después de haber terminado, me levanté, fui al baño y me vestí. Tenía prisa por salir de allí; quería huir. En mi camino hacia la puerta, entré en el salón; la encontré de pie ante mí, desnuda, y clavándome la mirada en los ojos. Aún con el sabor agridulce de mi semen en la comisura de sus labios, y, quizá movida por ese sabor a derrota, me dijo: “cualquier otra chica, se habría sentido utilizada”.

Sin contestarla, salí apresurado. Con paso acelerado, caminé sin rumbo por calles que tú me juraste que eran nuestras. Sólo quería sentirme tan miserable como tú culpable. Por eso lo hice. Nunca pude soportar un final siendo inocente.

Lo peor de todo, fue darme cuenta de que no sentía nada; ni tan siquiera naúseas.


play: "los crímenes de la calle gondomar", de Deneuve

13 comentarios:

T. dijo...

curioso que digas esto así, ahora, curioso, no exacto, pero sí parecido a otra historia...
Lo peor de todo, fue darme cuenta de que no sentía nada; ni tan siquiera naúseas.

...demasiado listo como para perder...

kay dijo...

Cada día más cuenta de que tantas historias se parecen, y tantos sentimientos pueden llegar a comprenderse y contrastarse; sentirse en carne propia, según qué ritmo de lectura elija tomar.
Qué curioso, ha sido una especie de jamais-vu...

Laura dijo...

no me sale poner a esta historia tu nombre...

sé que no es verdad
sé que no eres tú

simplemente sé que no podrías hacerlo


Por qué nos engañas??
:P

Anónimo dijo...

escribes hacia un "tú" con el que no sé si me gusta identificarme...

pero aun así, un texto magistral, como tantos

:)

yomismo dijo...

¡Qué texto más valiente!
Abrazos de abril renovado

Anónimo dijo...

"dónde hubo siempre queda" xo aún así, me alegro q creas q ya no sientes nada...

Bibián dijo...

El malo que hay en ti... No creo que este malque no sientas, la vida se pasa y no hacemos más que resignarnos con nuestros tiempos menguados por las ausencias y los errores de otros. Tenemos que vivir y muchas veces esa vida implica la muerte de alguien más!
Pero por si las dudas, me alegra leerte otra vez!

Elena -sin h- dijo...

Directo al estómago. Últimamento pienso que llevo dianas por todo el cuerpo porque me estallan vuestras letras siempre en el centro...
Genial.

Shh... dijo...

Brutal... y me encantó.
Removió mis vísceras y me enganchó.
Sencillamente lo encontré GENIAL...
Besos, muchos.

Anónimo dijo...

como la primera vez que lo lei....maravilloso y significativo, si más que decir.

Nidesca dijo...
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Nidesca dijo...

cada letra desgarra, me dolió algo en el centro del pecho mientras lo leía.

cada letra atrapa, cautiva, y aunque duele enmaraña y ya no se puede escapar de esta lectura.

saludos.

Marta dijo...

he recorrido vada texto tuyo después de dejar pasar mogollón de lunas sin pinchar tu link. Y me he sorprendido gratamente, me ha tocado a fondo.
El adiós puede hacerse salvaje cuando se huye como animales, los que mencionas... y que son menos inocentes que PINCHOS. lo malo del adiós es no saber decirlo bien, ni con ternura, espero que no la pierdas y que sigas contando historias maravillosas, ultimamente más llenas de erotismo... ESO ES LO QUE MANTIENE EL ROJO EN LOS LABIOS.
BESOS