miércoles, marzo 07, 2007

felices 16

Temblaba. Igual que lo hacían sus manos nerviosas entre las de Silvia. Silvia, que siempre, y a pesar de todas sus diferencias, estaba ahí. A pesar de haberse peleado tanto, de todos sus últimos malos momentos, o quizá a causa de ellos, estaba allí. Silvia, que ya había pasado por eso.

Por un momento dio gracias de estar ellas dos solas en aquella sala de espera. Se sentía romper por dentro, de pura vergüenza. Se sentía rota. Y, peor aún, se sentía sucia. Se daba asco.

Nunca pensó que algo así la pudiese ocurrir a ella. Despertarse semiinconsciente en un parque desierto, en pleno amanecer del día de su 16 cumpleaños, sin zapatos, sin dignidad, sin bragas y sin un solo recuerdo de que había pasado. Sólo la sensación de querer que la tierra la tragase, y de no haberlo perdido todo cuando Silvia y Edu la encontraron, la taparon con la cazadora de Edu, y la llevaron a casa de Silvia. Eso, y la inmensa sensación de culpa en su incómodo silencio, y en las mal disimuladas lágrimas de Edu.

Silvia la tomó de la cintura cuando la llamaron, y, abrazada a ella, la acompañó; un par de preguntas; nombre, edad, y poco más; sin apellidos ni dirección. Le dieron un predictor y le hicieron pasar a un aseo anexo, con la única invitación de “no es del todo fiable, pero hemos de hacerlo”. Mientras llevaba acabo el test, oía a la doctora, o la enfermera o lo que fuese, al otro lado de la puerta, decirle a Silvia, “nunca entenderé vuestra prisa por crecer…”

Sin atreverse a mirar el resultado, salió y se lo entregó. Indicaba calma, pero, aún así, debía tomar la píldora. Se la entregaron y, allí mismo, decidió tomarla, guardando la caja y el prospecto en el bolso. Al tragar, notó como aún seguía desde esa mañana ese maldito nudo en su garganta.

Nada más salir de planificación, tiró la caja y el prospecto. Quizá no era prudente, pero sí más que lo pudieran encontrar sus padres.

Ya en el bus, camino a casa, empezó a notar sus lágrimas deslizar por sus mejillas. Silvia volvió a tomar su mano, una vez más aquella mañana, mientras ella notaba que, a sus 16 recién cumplidos, su infancia se escapaba en cada lágrima, y q nunca más podría recuperarla. Que nunca más volvería a ser una niña.

10 comentarios:

Edel dijo...

Errores cometidos cuando aún somos niños, a veces nos obligan a convertirnos en adultos, para que esa madurez adquirida por la fuerza, nos impida tropezar en la misma piedra, aun que, por desgracia, a veces, volvemos a caer.

Abrazos desde la Atalaya.

Elendaewen dijo...

No creo que sean errores. Son experiencias. Y en este caso no me queda claro si la eligió ella o no.
saludos.

Marta dijo...

q horrible sentimiento... no sé decir nada más

Lost in Translation dijo...

pero creo que esa niña despues de llorar como a quien le quitan una piruleta cambiará esos llantos por la satisfaccion de entrar en el mundo de los adultos, que aunque sea a palos (la entrada) tener una criatura es algo esplendido

Beatrix Kidoo dijo...

Cuantas veces en la vida tenemos prisa por hacer cosas que no nos tocan y después, en su momento, nos gustaría volver a la inocencia de antaño... De cualquier modo es inevitable crecer, y realmente, no está tan mal.
Como decía el poeta: todo pasa y todo queda...

MUXUS

Begoña dijo...

Se que no es la intención, se que no es lo que todos leen, se que puedo llegar a ser en extremo optimista (pensarlo sería un error)pero mi comentario no es acerca de lo rápido que todos nos hacemos mayores.
Mi comentario es para Silvia...
Dicen que los amigos pueden contarse con los dedos de una mano y muchas veces sobran.

Begoña

Anónimo dijo...

El tiempo que nos deja solitos por ahí.
Te mando un abrazo antes de irme de nuevo (siempre vuelvo, vos sabés!)

Nikoleta dijo...

Somos heridas abiertas, buscando nuestra cura. NO notamos que nos falta algo hasta que lo echemos de menos.

hermoso, como siempre.

besos y lluvia

kay dijo...

Qué bonito es(res) siempre.
Un abrazo

Nidesca dijo...

hay formas atroces de perder la niñez, esta es una de ellas.

abrazos