domingo, diciembre 02, 2007

tu ausencia

Hasta conocerte, nunca eché de menos. Quizá por eso me daba vergüenza pronunciar la palabra amor, o presentar a la persona que soportaba y me follaba como mi novia o mi chica o algo así. Me daba arcadas pronunciar la palabra pareja. Huía de ello. Huía de todo lo que supusiera un mínimo de compromiso. No me dolía dejarlas de lado con cualquier motivo o sin él, simplemente cuando me aburría o alguna de sus frases o sus gestos escondía o asomaba un te quiero. Nunca quise ser querido. Siempre me sonó a posesión. Quiero un coche; me lo compro y me meto dentro. Quiero unos macarrones; me los hago y me los como. Y yo siempre huí de cualquier tipo de fagocitación.

Aún así, me fui a vivir contigo; aprendí a hacer el amor entre tus piernas, y alguna vez te susurré un te quiero, pasándome mis principios por el breve espacio que quedaba entre tu perineo y mis huevos. Incluso, llegué a pedirte que te casaras conmigo. Yo, el enemigo del compromiso y la pareja, te pedí que te casarás conmigo como respuesta a tu te dejo. Tan sólo acertaste a llamarme cabrón, aunque, si no pensaras que lo era, no me habrías dejado, ni me abrías echado de tu casa con todo aquel numerito, tirando mis libros y mis calzoncillos a la calle, o quizá habrías confiado en mí, en lugar de cuidarme.

Conseguiste ser parte de mis costumbres. Te colaste entre mis cosas para ser una más. Y, de pronto, te largaste porque tú lo decidiste, como esos calcetines que desaparecen en algún punto indeterminado entre el cesto de la ropa sucia, la lavadora y el cajón; como si uno de mis libros me dijera “me largo”. Quizá por eso te eche de menos; o, quizá, por eso te tiraste por la ventana una semana después, como habías hecho antes con mis libros y mi ropa interior, y no por aquel diagnóstico que decidiste ocultarme.

O quizá, por este sentimiento de culpa que me dejaste instalado para siempre en mi interior, ese de no haber sido capaz de cazar mis cosas antes de que llegaran a estrellarse contra el suelo, o de no tener más cuidado al hacer la colada, sea la razón por la que, hoy, te siga echando de menos.

6 comentarios:

Laura dijo...

tú te lo buscaste...

Elendaewen dijo...

Quizá ella echaba de menos "durante" y no después. That´s why...

Saludos.

Beatrix Kidoo dijo...

se te ocurrió pensar que quizás ellas también te echaron de menos? puede que a partir de ahora vayas con más cuidado. De todo se aprende.

besosonrisa

Shh... dijo...

¿por qué me dejas siempre tan echa polvo cuando te leo?... :S

Elena -sin h- dijo...

Porque siempre nos damos cuenta de las cosas demasiado tarde?
Reniego de los después.

Anónimo dijo...

Que horrible lo de la ventana! Yo hubiera elegido algo menos... escandaloso...
Todo era para llamar la atención. Las mujeres somos así, que tontería, no crees?

(Pero es cierto lo que dice beatrix: yo te extrañaría, sobre todo por el dolor...)

Un beso enorme!!!