Le dolía la cabeza. Quizá también la vida. Pero la cabeza, seguro. Le dolía la cabeza y le dolía más si le daba más vueltas; pero aquello no era como su taza de té, que a base de darle vueltas se endulzaba y dejaba de quemar. Aquello quemaba le diera las vueltas que le diera. Y no, no había forma humana de endulzarlo.
Volvió a mirar el sobre con tristeza, y, acto seguido, el reloj, pensando que era tarde para no haber llegado ya, y pronto para encontrar una respuesta.
6 comentarios:
me gusta mucho; especialmente la última frase.
nunca dejas de sorprender.
aww que tierno :)
tarde para no haber llegado ya, y pronto para encontrar una respuesta ... suele suceder
y que cosas le cruzaran por la cabeza?
a saber
aniestra, saludos
sólo maga es capaz de crear estos bucles tan tristes como algodón de azúcar. vamos a vernos un día, verdad? besos desde el norte del centro, primo
que bonito...como siempre....
A veces es mejor no pensar. Aceptar las cosas como son, sin azúcar, disfrutando de lo amargo.
Para todo lo demás, nos volveremos belgas...
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