miércoles, diciembre 14, 2011

se ruega silencio

Estiraba con cuidado la cara adhesiva sobre la pegatina que acababa de poner, con los datos y el código de barras. Procuraba no dejarse llevar por la inercia, e intentaba no hacerlo de forma mecánica, sino con cuidado, procurando que ni una sola arruga o alguna posible burbuja se formase entre el adhesivo y la superficie plástica.

El trabajo de bibliotecario era cómodo, pero también aburrido y desapasionado. Siempre quiso estar rodeado de libros; aunque ahora añoraba la época en la que ir a aquel edificio de ladrillos sucios y perderse entre estanterías era un placer, cuando aún se perdía al no conocerlos y no empujaba un carrito.

Temía que su carácter se fuera secando, como parecía que les había ido pasando a los más veteranos, y poco a poco convertirse en un ser silencioso, gris, de hombros cargados y cuello achatado ante una pantalla de ordenador. Acabar siendo pistolera de luz roja sobre códigos de barras.

Se sentía rodeado de experiencias ajenas, de personas con las que podía tratar sin cruzar apenas más de dos o cuatro palabras, de sueños y experiencias atrapadas entre rústica, con o sin solapas, y cartoné. De gente que, si bien, no vivía grandes aventuras, soñaba con hacerlo y lo compartía.

Terminó de plastificar aquel carné y estirando el brazo se lo dio a su nueva portadora.

-Aquí tiene; puede sacar 3 libros durante 30 días y 3 audiovisuales durante 3 días en cualquiera de las bibliotecas que indica el folleto.

1 comentario:

anne dijo...

hahaha pistolera de luz roja! que padre