El sonido de la lluvia al caer en el patio interior resuena
por toda la casa. Ese sonido y el aire frío que empieza a colarse por las
rendijas de la ventana son la forma que tiene el otoño de llamar a la puerta.
Septiembre es el mes de las vueltas. La vuelta al cole, al
trabajo, y también, la vuelta del otoño. Estación mustia por definición, en la
que poco a poco se apagan los colores del verano.
Que se apaguen los colores dorados de las hierbas secas; que
vuelva a llover. Que los árboles abandonen su uniforme verde y se vistan de
naranjas, de amarillos, de rojo y ocre. Que mientras nos subimos el cuello de
la chaqueta, caigan las hojas que lleve el viento; que las pisemos como niños
volviendo de clase sin ganas de hacer los deberes.
Y que los días se hagan más cortos y veamos pasar la vida
tras el cristal mojado de un café. Templar las manos en el desayuno con un
tazón de cacao. Pasear durante horas mecido por el viento sin un rumbo fijo y
bajo amenaza de lluvia.
Dejar que mi Norteña particular me visite en este sur tan
central, y sentirme un poco más de cerca.
1 comentario:
El otoño sólo es el presagio de que a pesar de que en nuestra vida haya a veces un duro invierno, volverá a brotar con fuerza la primavera para dar paso a un hermoso, glorioso e intenso verano.
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