Cuando él llama, te pones tensa al ver su nombre en la pantalla del teléfono; con movimientos rápidos y sordos, me pides silencios, y con un “¿si?” enmascarando tus nervios y tu vergüenza, descuelgas mientras te diriges a otra habitación, lo más lejos posible de la que tú y yo ocupábamos.
Cuando él llama, y tú te vas al otro extremo de la casa, y oigo tu voz por el pasillo repetir lo cansada que estás, me siento encoger, igual que cuando de niño jugaba al escondite y tenía la sensación de que en cualquier momento me iban a descubrir, y me quedo quieto, casi sin atreverme a respirar, sintiéndome encoger.
Cuando él llama, y yo voy encogiendo, tú, desde otra habitación, le cuentas que estabas a punto de irte a dormir, que estás muy cansada, y con palabras así le dices que no llame, y sobre todo, que no venga.
Cuando él llama, y tú te haces la somnolienta, me desenrosco un poco de entre las sábanas buscando donde ha quedado amontonada mi ropa, y doy las gracias porque vivas en un primero, imaginando una huida de película.
Cuando él llama, y yo me quedo quieto en tu cama repasando mi plan de fuga, y tú vuelves con paso triste de tus pies desnudos por el pasillo, y el teléfono ya colgado en la mano, te miro aparecer con el gesto serio, y te hago sitio en la cama, donde nos acurrucamos con una distancia entre ambos, y, sin moverme, espero a que cesen las lágrimas que empiezan a nacer en tus ojos; que en los míos apenas empiezan a secarse.
Cuando él llama, y tú te vas al otro extremo de la casa, y oigo tu voz por el pasillo repetir lo cansada que estás, me siento encoger, igual que cuando de niño jugaba al escondite y tenía la sensación de que en cualquier momento me iban a descubrir, y me quedo quieto, casi sin atreverme a respirar, sintiéndome encoger.
Cuando él llama, y yo voy encogiendo, tú, desde otra habitación, le cuentas que estabas a punto de irte a dormir, que estás muy cansada, y con palabras así le dices que no llame, y sobre todo, que no venga.
Cuando él llama, y tú te haces la somnolienta, me desenrosco un poco de entre las sábanas buscando donde ha quedado amontonada mi ropa, y doy las gracias porque vivas en un primero, imaginando una huida de película.
Cuando él llama, y yo me quedo quieto en tu cama repasando mi plan de fuga, y tú vuelves con paso triste de tus pies desnudos por el pasillo, y el teléfono ya colgado en la mano, te miro aparecer con el gesto serio, y te hago sitio en la cama, donde nos acurrucamos con una distancia entre ambos, y, sin moverme, espero a que cesen las lágrimas que empiezan a nacer en tus ojos; que en los míos apenas empiezan a secarse.
4 comentarios:
Cuando él llama,
es cuándo te das cuenta,
de si de verdad te quiere,
o de verdad te siente.
Entonces,
es cuándo te pide quele abraces,
que le hagas sentir,
como él nunca lo hizo.
Entonces,
secas sus lágrimas con tus besos,
y las tuyas,
sobre su piel.
Miss.
3,2,1 y arrojemos al mar todos los teléfonos moviles!
también he vivido lo que cuentas... desde otro prisma
yo tampoco te olvido
un abrazo desde el oeste del norte, desde el fin del mundo
Cuando él cuelga, esperando en vano aquellas dos palabras, tal vez se repita a sí mismo que estaba cansada, sólo era eso, estaba cansada y olvidó pronunciarlas. Y aprieta el teléfono, e intenta dormir, y, una vez más, se traga el "te quiero" anudado en su garganta.
Adoro tu forma de escribir.
Un saludo
Prueba a coger tú primero el teléfono. Y desentumécete.
Saludos.
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