se alquila local

Sé que no te ha sorprendido recibir esta carta, como tampoco te sorprende que no empiece como empiecen todas, pero creo que no hay motivo para dirigirme a ti con el tratamiento de Querida. Y, sí, te conozco, y ahora pensarás que entonces no es una carta, que es tan solo una nota. Aún así, te sigues equivocando al pensar que es lo que motiva estas líneas, estas palabras, por ser correcto, como tú siempre has buscado ser en todos tus escritos.

Recuerdo claramente como, después de leer aquel libro de Landero, una noche al volver por calles semidesiertas, llenas de niebla y orvallo, te paraste frente a un local en alquiler, y dándole la razón a aquel libro, a aquel secundario, como tú decías (porque, aunque te duela, sabes que a ti primero llegó el cine, y luego la literatura, y aún no has aprendido a disimularlo), leíste en voz alta: “se alquila local”, y, citando dicho libro, me miraste diciendo, “nunca podré escribir algo tan perfecto, tan coherente, tan innecesario de repasos y correcciones”. Te cuento esto porque precisamente por eso te dedico estas palabras, estas líneas, para decirte enhorabuena. Enhorabuena, sí, porque lo has conseguido. En la nota que el jueves encontré en la mesilla, esa única cosa tuya que dejaste aquí, conseguiste alcanzar esa perfección. Que aquel “te dejo” (y permíteme citarte) ha sido lo mejor que has escrito. Aunque sospecho, y créeme que espero equivocarme, y que lamentaría no hacerlo, que nunca podrás volver a conseguir algo tan perfecto sin repetirte.