El domingo por la mañana sonaba el teléfono. Era el tío Mariano. Me alegró escuchar su voz, aunque, por desgracia, no traía buenas noticias. Me pidió que le pusiera con mi padre, se lo pasé y hablaron un rato.
Mi padre estaba serio, cuando colgó y entró en la cocina, donde mi hermano y yo desayunábamos.
“Anoche murió el viejo profesor. Tenía cáncer y ya estaba muy malín. Una verdadera pena”.
Aquella frase fue el pistoletazo de salida a una conversación sobre él, sobre el viejo profesor. Sobre sus historias, sus canciones, su país en la mochila. Sobre los momentos en que esas canciones habían sido banda sonora de nuestra vida, los cuatro en el coche en algún punto del trayecto Béjar-León, o por cualquier punto de la sierra charra o la montaña leonesa.
Ese mismo día cogía el tren de vuelta a la Ciudadenmedio, y la despedida fue un poco más agridulce. Durante el trayecto no paró de sonar en mis oídos aquello de que “Somos como esos viejos árboles…”
1 comentario:
mi querido amigo
como siempre bellas palabras
siempre emociones
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