viernes, diciembre 10, 2010

1999

Volver a despedirnos en tu portal. Y volver a quedar en un café, en aquel pequeño café del centro donde yo marearé un café con leche y tú beberás un té ardiendo, y me preguntaré cómo es posible que no te abrases, y si el hecho de que tus labios abrasen los míos se deben a la pasión o a la temperatura de tus infusiones.

Volver a callejear empapado de lluvia, bajo un cielo violáceo, como no hay en otro lugar, viendo como las nubes se enganchan en las torres de la catedral mientras espero que llegues, como siempre, por aquella calle pequeña y estrecha por la que se llega a tu instituto.

Pasear solo por calles, sintiéndome el dueño de cada palmo de cemento que cubre las aceras de mi barrio, después de acompañarte, con paso acelerado por encima de las vías, y pendiente del reloj para no llegar tarde.

Sentir que la vida pasa muy muy deprisa, pero que conseguiré parar el tiempo algún día, en un café en esa bar donde las mesas se iluminan con velas, y que la despedida no será como la de Hawaii.

2 comentarios:

Muñeca Pepona dijo...

Esta entrada me ha recordado a una dedicatoria de un disco:

1999

Donde diablos estés. Por fin me atrevo a resumir aquel año. Cuando queríamos romper ventanas y lo hacíamos. Donde diablos estés, si lo escuchas no te lo tomes a mal. Todo está pasado por el filtro del tiempo y mi imaginación tramposa. Si te preguntas " ¿se ha atrevido a hablar de él y de mí?" observa la cifra y considérate contestada. No incluyo nombres en ningún caso. Únicamente lo sabrás tú, que, en cierta manera, es lo que pretendía. Una broma desde la distancia. 1999. El año del supuesto fin del mundo... en cierta manera... si.. el fin de ti y de mí.. algo definible como un pequeño mundo infranqueable para el resto. Y como extrañas plantas, crecíamos más cuando menos agua y luz existían a nuestro alrededor. ¿Cómo podíamos pretender gustar al resto? Nos conocimos sin raíces, andamos un tiempo juntos, sin raíces... en algunos momentos tuve la sensación de que cada uno de nosotros arraigó en el otro. Pero, de cualquiera manera, ya era demasiado tarde para nosotros. ¿Cómo podían asentarse en tierra dos seres tan volátiles? Así que cada uno siguió el camino que le correspondía, y no hay nada más que decir.
Hoy iré tarde a dormir.
Te informo.
Me imagino que mañana te levantarás temprano.

Unknown dijo...

Abrazar un vaso de te ardiendo porque si lo soltaba, mi mano querría coger la tuya, y no podía permitirlo, para, al final, acabar sumergiendo mis manos entre las tuyas con la excusa de que hacía mucho frío después de relinchar como un caballo.