sábado, junio 05, 2010

tormentas

Recuerdo que llovía. No solo fuera, en la calle de aquel barrio anónimo de edificios en serie e historias trenzadas sobre el asfalto, si no también tras las ventanas.

Llovía con fuerza, una lluvia que nacía entre dos cuerpos y se tornaba salvaje en sus caderas.

Llovía con la misma furia con la que sus vientres chocaban en cada movimiento dentro de una trinchera de brazos y piernas, con su cuerpo anidado entre sus muslos.

Llovía como en una tormenta de verano desatándose en pleno Enero, con jadeos y truenos y un grito imposible de ahogar anunciando cada relámpago.

Llovía calando hasta los huesos tras el cristal, hasta el alma en su lado, en un mismo bando, compartiendo trinchera en plena batalla, entregados a su causa.

Recuerdo que llovía, y también que, al recoger sus cosas de entre restos de amor desordenados por el suelo, no hubo adiós, pero sí una promesa

Mañana en la batalla piensa en mí

2 comentarios:

Unknown dijo...

Y las tormentas continúan...

Salomé dijo...

Porque el agua es la base de la vida.